Casi todas las tardes se le puede ver en el balcón de su casa cerca al estadio Atanasio Girardot de Medellín, Colombia. Allí se deja acariciar por la tibia brisa que recorre la ciudad de la eterna primavera, para dedicarse a la acuarela, a pintar cielos de un solo tiestazo de pincel y casas coloniales o paisajes cafeteros con pulso de cirujano. Ese día descubrí que la gran pasión de Carlos Sánchez, aparte de ser Juan Valdez, era la acuarela y su familia.

Detrás de Juan Valdez, el cafetero más famoso del mundo, estuvo Carlos Sánchez. Un paisa dicharachero, actor de teatro, publicista, abuelo y conversador incansable; todo un “gozetas” de la vida. A sus 65 años (año 2000 – fecha de la entrevista) sólo quiere dedicarse a pintar acuarelas y su gran sueño es ser Juan Valdez hasta la muerte. (Aunque tuvo que retirarse antes)

Cómo llegó a ser Juan Valdez.

En 1969, año en el que Carlos Sánchez participó en un casting para ser la imagen de Café de Colombia, él no tenía bigote, ni le gustaba. Era lampiño y flaco, una apariencia muy distinta al rozagante Juan, famoso en el mundo por la calidad de su café, la hermosura de su mula, la quietud de su sombrero y su bigote azabache.

Carlos hacía el papel de alcalde en la obra de teatro “La zapatera prodigiosa”, de García Lorca. Entretanto, una agencia norteamericana le buscaba remplazo a José Dual, el primer Juan Valdez, un cubano que duró diez años representándolo; entonces no existían las agencias de modelaje en Colombia y los candidatos se buscaban tras bambalinas. En el teatro. En el afiche en el que se promocionaba la Obra de Lorca, aparecía Carlos Sánchez con un bigote postizo, al verlo los publicistas no dudaron en invitarlo al casting.

“Cuando entré, ví una fila tremenda eso era un corredor largo lleno de puros -Juan Valdez- entonces dije !Ay juemadre! en la que me metí. A mí no me gusta competir y decidí regresarme para Medellín.

Carlos Sánchez

Eva María, la maquilladora del casting en Bogotá -una vieja amiga- me sentó en la silla de maquillaje para calmarme. Entonces me tranquilicé, pero en la prueba la embarré ! Estaba muy nervioso y oía que estos tipos recitaban el duelo del mayoral y un montón de poesías elocuentes. rastrillaban machete y toda la cuestión. Ahí dije, no aquí no tengo oportunidad, pues me pedían que dijera cualquier cosa, que hiciera una actuación simpática y en el momento, no se mc ocurrió nada.

“Me pidieron que probara el café y brindara a la cámara de televisión. Me levanté, dije salud y me fui a sentar de nuevo, pero los pantalones ajustados se me descosieron. Entonces por el nerviosismo tiré la taza del café en la camisa, que además me habían prestado para esa ocasión… Agache la cabeza y me fui”

Carlos Sánchez

Quizá esa fue la clave para convertirse en Juan Valdez. La agencia estudió la escena con cuidado y puso a un grupo de habituales compradoras de café a analizar el vídeo junto al los demás candidatos. El de Carlos fue el que más les gusto. Allí no evaluaban que el tipo fuera bien parecido, sino que tuviera aceptación.

Después de realizar la primera campaña publicitaria con Café de Colombia. Carlos se afeitó el bigote sin ponerlo en conocimiento de la empresa, cuando llegó la segunda campaña, la agencia pegó, literal, el grito en el cielo.

“Imagínense a un Juan Valdez sin bigote, me gané el regaño, pero supe que el contrato sería largo”.

Carlos Sánchez

Carlos Sánchez

Ser famoso en el mundo, ya es mucho pero pocos se dan el lujo de decir que son famosos entre los más famosos. Cuando Juan Valdez llega a algún evento deportivo patrocinado por Café de Colombia, no sólo los aficionados al tenis en el USA Open y los del mundial de esquí quieren tomarse una foto con él; los protagonista deporte también, las grandes estrellas tampoco se resisten a su encanto.

“Un día llegó corriendito uno de los organizadores del US Open, y me dijo: camine que Pete Sampras le manda a pedir el favor que si se puede tomar una foto con él”.

Carlos Sánchez

Carlos Sánchez

Sampras. el número uno del tenis mundial. sentía cariño por la imagen del cafetero bonachón y en varias oportunidades había intentado obtener la foto. Lo pudo hacer gracias a la novia de Sampras que lo escondió con mula y todo detrás de las canchas privadas de entrenamiento, donde de pronto se le apareció al tenista con una taza de café en la mano. Sampras feliz la recibió y se tomó la tan deseada foto y le dijo que la pondría en su álbum particular.

Algo similar le sucedió con los hijos de Arnold Schwarzenegger en una olimpiada para niños especiales.

“El hombre me puso a cargar los niños en todas las formas, de para arriba y de para abajo; a los muchachitos les encantaba Juan”.

Carlos Sánchez

Carlos Sánchez

Con el fallecido John Kennedy junior eran viejos amigos porque coincidieron en varias ocasiones en actos benéficos. Alguna vez César Gaviria actual ex-secretario de la OEA (Organización de Estados Americanos) y entonces presidente de Colombia. le prestó los servicios de traductor: “No se sabía cuál de los dos entendía menos inglés”. Pero el ex-presidente le ayudó ante la avalancha de un gran número niños norte americanos que querían un autógrafo.

“Me los organizó en fila y les preguntaba el mensaje que querían; ayudó una cantidad, aunque. claro. pidió recompensa: el autógrafo para sus hijos”, 

La simpatía que su imagen despierta, respaldada por el café mas suave del mundo, lo ha llevado también a compartir con la realeza europea. “He estado en Madrid con baronesas, condesas, gente muy delicada y linda, con sus vestidos “floripundios” -como él llama a los vestidos que llaman la atención-.

Ellas decían lo mismo que me decían en la calle:

“;Oye Juanillo, yo sólo tomo tu café”.

Cuando las estudiantes colombianas de Medellín van de intercambio a Estados Unidos, Canadá o Europa, les preguntan si conocen a Juan Valdez; entonces deciden inclinarse por una mentira piadosa y terminan conviniéndolo en su tío, aunque no lo conozcan. Cuando regresan a Colombia sus amigos del exterior les pedían que les enviara una foto autografiada.

Entonces lo buscan por el barrio y en su acostumbrada caminata matutina y lo abordan para tomarse la foto y pedirle una firmita -para los señores Smith que. se portaron tan bien con mi sobrinita, juan Valdez-.

Carlos Sánchez

Carlos Sánchez

Yo tengo el record Guinness de sobrinitas.

Carlos siempre se cambiaba en el taxi o en la silla de atrás de alguna camioneta, pero al final se dio cuenta que era mejor ser Juan Valdez desde que salía del hotel hasta que regresaba.

En el New York Palace Hotel, cuando se habría la puerta del taxi y él vestía de civil lo saludaban con una sonrisa repetida, producto de la práctica, pero cuando llegaba vestido de alpargatas mula, sombrero, carriel y machete entonces, si le sonreían con ganas.

Durante treinta años ha viajado por el mundo y esto ha llevado a muchos a pensar que él conoce todos los rincones del planeta, pero insiste: “uno siempre viaja a mismos países donde la Federación de Cafeteros patrocina eventos”.

Aunque a veces trata de viajar de incógnito, su indumentaria famosa no logra escapar de la “recordación” en un aeropuerto, por lejano que sea. Lo que siempre lo delata es el sombrero. Entonces le dicen con sorpresa:

” Juan… Juan Valdez! “.

Muchas personas aún creen que Juan Valdez, la representación del campesino cafetero, no existe y la pregunta que 1e formulan a muchos
colombianos que viajan al exterior es: si Juan Valdez es de verdad. Que si existe o es una ilusión. Esta leyenda comenzó por uno de sus comerciales más famosos en Australia con Cocodrilo Dundee.

“El cocodrilo entraba al supermercado con su esposa y mientras ella miraba hacia otro lado, él me ve con todo y mula, se gira y le dice a su esposa: mija ví a Juan Valdez. Entonces ella le contesta: pues claro. no ves que él está en todas partes y en las latas del mejor café. El hombre vuelve a mirar y no cree lo que ha visto, piensa que soy un sueño. Oíga, pues… cuando van saliendo yo me le aparezco otra vez y le digo: “buenos días y el hombre huye despavorido”.

Carlos Sánchez

Carlos Sánchez

Alma, su esposa, lo ha acompañado durante 35 años en sus viajes. Ella dice ser una privilegiada porque tiene dos hombres y cuando carlos Sánchez se pone caprichoso, se va para donde Juan Valdez.

A los viajes largos siempre lo acompaña; han estado semanas en Tokio, Suiza, Nueva York, Londres, Madrid y Sidney. Tiene dos nietas y dos hijos, uno arquitecto y una publicista, ambos manejan cl taller de estampado de su padre, un hombre que apenas está empezando a ser famoso en su país.

Durante 30 años la publicidad de Juan Valdez ha sido vista en todo el mundo, menos en su país. Se podría pensar que él, como muchos colombianos, no es profeta en su tierra, pero lo cierto es que su divulgación es más importante en el exterior que en su país, ya que su fin es aumentar el consumo de café colombiano en el mundo. Y esto consigue un aumento de las exportaciones que beneficia al campesino que precisamente él representa.

Juan Valdez

“Muchas personas se preguntan, ¿cuánto gana Juan Valdez? ¿Tiene sueldo? ¿Recibe dietas?

En los treinta años en los que ha viajado por el mundo nunca ha recibido un sueldo establecido con anterioridad, pues gana por cada viaje que realiza; recibe dietas y le pagan por cada sesión fotográfica o comercial en el que participa. Cuando lo iban a contratar corno la imagen del Café de Colombia en el año de 1969 le preguntaron ¿cuánto quiere cobrar?

Él no sabía qué decir; entonces le pidió asesoría a una amiga judía que le dijo: “Cobre como un verraco” le apuesto a un gringo 1e pagan más, pero ninguno de los dos tenía un referente, ya que el único que existía en esa época era el de las reinas de belleza.

Carlos Sánchez

Carlos Sánchez

La miss Colombia de aquél entonces ganaba cinco mil pesos en contratos publicitarios y Juan decidió cobrar lo mismo; pero al llegar a la Federación de Cafeteros prefirió que le ofrecieran:

“Yo la verdad lo hubiera hecho hasta gratis, no sabía cuánto cobrar”.

Carlos Sánchez

Carlos Sánchez

Carlos Sánchez dedica cuatro horas del día a pintar; tres de sus acuarelas fueron vendidas por 9 nueve mil dólares en una subasta para
damnificados del terremoto de Armenia (Colombia).

Carlos y sus acuarelas

Finalmente le pagaron alrededor de ochenta mil pesos colombianos y con ese dinero pudo comprar su primera y única finca cafetera, tuvo por muchos años, pero hace poco decidió venderla.

En la peor crisis de imagen de Colombia en el exterior, recuerda con nostalgia la importancia de los primeros comerciales de la Federación “mostraban cómo era un campesino cafetero; Juan es la representación de ellos; todo eso fue mi bonito; vestía de alpargatas, se mostraba a la gente en las plazas, mientras Juan pasaba con la mula y saluda al carnicero, al “revueltero”
a los niños y a las señoras, todo en medio del paisaje colombiano”.

José Dual fue el primer Juan Valdez, representó el personaje durante diez años hasta que la comunidad colombiana en el exterior protestó por el  acento cubano. Pero lo que determinó su salida definitiva fueron los deseos de fama de Dual, quien comenzó una carrera como cantante de baladas rock, actividad incompatible con el hombre que representaba al café de Colombia. Después llegó a la agencia de publicidad en Nueva York un norteamericano de origen cubano; era el hijo de Dual que quería recuperar cl lugar de su pudre. pero ya era tarde.

Cuando Juan Valdez llega solo a cualquier sitio, siempre le preguntan la mula. Si él es, la representación del campesino cafetero, ella es la de miles de mulas y mulos que durante muchos años transportaron el café en las montañas de Colombia. Juan Valdez nunca ha tenido una mula fija y hasta el momento no ha viajado avión ella, cada país le buscan una, pero algunas veces tiene suerte y otras no tanto. “Yo siempre les digo:

“Consíganme un burro mansito, suave, tranquilito, pero la gente muy querida me saca el mejor, el más brioso, el más nervioso. Y es un problema para mí y para los de la filmación”.

Carlos Sánchez

Durante 30 años ha compartido escenario con cuadrúpedas colombianas y algunos burros españoles, o palestinos. pero su mejor compañero fue un mulo que se llama Donald y vive en Australia.

“Con él hicimos muchos comerciales. nos lo alquilaban dos viejitas y caminábamos por un supermercado y no molestaba. Hubo otro con el que hicimos un comercial en la playa; ese era la cosa bella… quedaba acostado, quietecito, sin hacer nada”.

En muchos sitios Juan Valdez no encontró mula que lo acompañara en algún desfile. En Israel le toco salir con un burro palestino no muy bien tenido: “era todo flaquito, lleno de peladuras y yo protesté, pero me dijeron que era muy representativo.

En Japón le prestaron un burro blanco peludo chiquito: “estaba en un jardín, con fuentecita, callecitas y puentecitos. Fue mi compañero de trabajo toda una noche. Pero una vez me pusieron un burro español que daba miedo; era cruzado con llegua percherona. grande y nerviosa, era tan grande que yo pasaba debajo de ella casi si agacharme. Nunca lo olvidaré.

Por Mauricio Aranguren Molina 
Fotos: Oscar Garcés, Cámara lúcida – LazoLatino / Publicado originalmente el mes de abril del 2000 en la revista Lazo Latino en Madrid, España.

 

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